La docente Dayana De La Rosa Carbonell.
La docente Dayana De La Rosa Carbonell.
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Delegación de Uniatlántico denuncia maltrato a la filosofía en congreso de Tunja

En el IX Congreso Nacional de Filosofía organizado por la Sociedad Colombiana de Filosofía (SFC) y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

Por: Dayana De La Rosa Carbonell
Filósofa y feminista.
Docente de la Universidad del Atlántico.


Los sesgos epistémicos en nuestra sociedad colombiana están suficientemente evidenciados. El desprecio por las humanidades en general, por la filosofía en particular, se muestra de manera constante y creciente en las políticas de Estado; por ejemplo, a través del Ministerio de Educación se estructura la enseñanza e importancia de la ética (que hace parte de la filosofía) y la filosofía en la básica primaria, básica secundaria y media. Desde qué se enseña hasta quién la enseña, con mucha incidencia de personas no formadas en Filosofía.

Asimismo, desde el Ministerio de Ciencias, tecnología e Innovación las políticas de investigación e innovación, como los procesos de reconocimiento de investigadores y grupos de investigación tienen un sesgo epistémico que favorece el quehacer de otras áreas de conocimiento, ciencias, técnicas y tecnológicas, menospreciando la labor de las actividades filosóficas y humanísticas. Por lo tanto, la inversión, el desarrollo, la valoración y el reconocimiento social de estas se ha disminuido sustantivamente frente a labores técnicas que están mejor valoradas o sobre valoradas.

En consecuencia, con la dinámica social, esto quedó develado en el IX Congreso Nacional de Filosofía organizado por la Sociedad Colombiana de Filosofía (SFC) y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) con sede en Tunja.

Se programó una agenda con conferencias centrales, simposios y mesas temáticas; lo común en una actividad académica propia de la actividad filosófica (ver programación aquí https://shorturl.at/aZ5cS).

Delegación de la Universidad del Atlántico.

Lo normal en todo evento, es que haya inconvenientes logísticos, cambios de última hora porque no llegó un ponente, no hay público o porque hay que cambiar un lugar por razones climáticas o condiciones del salón. Sin embargo, esto no fue lo ocurrido en el desarrollo del congreso, por lo menos durante tres de los cuatro días de programación (es decir, 18, 19 y 20 de septiembre de 2024), lo que debía ser excepcional, fue la regla general.

Durante estos tres días el trato recibido por parte de la Organización del evento y de la UPTC -logística y personal administrativo- fue indigno, agresor y violento con la filosofía, con la actividad filosófica y con la comunidad académica ponentes y asistentes en este evento, en términos organizativos.

El evento tenía como sede principal el edificio de Postgrados de la UPTC, lo que garantizaba las mejores condiciones locativas para desarrollar las mesas y simposios del Congreso. Pero, sin previo aviso, sin mayor información, encontrábamos pegados un cartel en la puerta del salón, cuando ya estaba por empezar un ponente, o llegaban a cambiar la mesa o simposio de lugar porque ya iban a ocupar el salón en el que se estaba desarrollando el evento.

Es decir, con el desprecio con el que se trata en este tiempo el quehacer filosófico, fuimos tratados con todo el irrespeto ponentes y asistentes pues, “teníamos” que movernos de lugar, a escondernos porque la filosofía es incomoda para esta sociedad; esto generaba mesas vacías por falta de orientación del cambio o por no encontrar con facilidad el nuevo lugar, o por la distancia entre un lugar y otro.

Las explicaciones dadas por los responsables de la logística fueron lamentables. Insisto, el irrespeto dado a los ponentes, moderadores y asistentes está en la medida de considerar, como lo reflejan sus acciones, que es más importante otras actividades de otras áreas del conocimiento (ingenierías en este caso) sobre la filosofía, o lo administrativo sobre lo académico, porque los encargados administrativos no podían respetar la programación y lo “fácil” era irrumpir un espacio como el Simposio organizado por la Red colombiana de Filosofía de las tecnologías, faltando dos ponencias, con asistentes (salón lleno) esperando por estas dos intervenciones que cerraban el simposio, con los ponentes esperando para presentarse, llegaron a avisarnos que debíamos irnos al Salón R105 (aún no sabemos dónde queda), irrumpiendo la dinámica con la que veníamos.

La incomodidad para los ponentes, entre ellos mi colega Roger Sepúlveda, generó mi solidaridad y la de la delegación del programa de Filosofía de la Universidad del Atlántico, negándonos a salir del salón P105 bajo la premisa del respeto por el quehacer filosófico, por lo que somos como académicos y por la dignidad de la filosofía en sí misma. Decidimos No movernos de ese salón asignado en la programación porque la filosofía es resistencia, es también incomodar el status-quo, porque el diálogo no tenía que llevarnos a la disminución de la filosofía, porque moralmente no podíamos sólo obedecer una decisión injusta y grotesca.

A la pregunta de qué pasaría si No salíamos, fuimos amenazados por una funcionaria que dijo nos llamaría a la vigilancia privada para ser sacados por la fuerza. La filosofía resistió advirtiendo que, de ser así, lo denunciaríamos en las redes sociales a través de un live porque nuestra negativa tenía y tiene un sentido “recuperar la dignidad del quehacer filosófico”.

Esta misma funcionaria se victimizó durante el diálogo porque no aceptamos sus explicaciones administrativistas que nada tienen que ver con el Congreso o con la Academia filosófica, mucho menos con nosotros. Se victimizó como se ha vuelto moda, porque no tienen otro argumento ante la no aceptación sumisa de una decisión unilateral de entorpecer el congreso.

Por otra parte, no comprendemos por qué, si la Sociedad Colombiana de Filosofía cobró una cuota diferenciada según pertenencia a grupos específicos: ponentes, asistentes, miembros de la sociedad, no miembros, estudiantes de la UPTC o de otras instituciones; precios que varían entre los $50.000 pesos (estudiantes de pregrado) a $250.000 pesos (ponentes No miembros de la SCF); y a pesar del valor recaudado, cifra que no poseo, permitió el manoseo, la falta de seriedad logística, el desorden y la falta de respeto por la actividad se supone que ellos como Sociedad deben defender que es la filosofía.

Pregunto ¿Cuál es el objetivo de la SCF si permitió que durante tres días se nos tratara de esta manera tan deplorable sin decir nada, solo aceptando el maltrato de la filosofía?.

Finalmente, me sorprendió, nos sorprendió, la actitud servil de muchos de la comunidad filosófica, aceptando cada decisión así pasara por encima de ellos mismos, quizás se han acostumbrado al lugar menor que nos han asignado a las y los filósofos en la sociedad. Por lo menos Yo y la delegación de Uniatlántico en este Congreso, nos resistimos a la indecencia, al no lugar para la filosofía, Nos resistimos a la denigración de nuestro quehacer filosófico con la fuerza de la razón y de la pasión por la filosofía.

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